(Refiere Consuelo un diálogo con Lete acerca del planteamiento de sus relaciones con él, y continúa según dice.)
En esto abrí el bolsillo de mano y ví la flor que me había dado Rizal el domingo pasado y sin encomendarme ni a Dios ni al diablo, se la enseñé. Todos se enteraron y Rizal por más que procuraba disimular nos hizo ver una carita de fiesta. Después de hecho me pesó pero ya no tenÍé!- re- medio. Lete entonces me dijo:–Ha conservado Vd. la flor.
–Sí; me estaba qui ando las cosas, tenía el bolsillo abierto y eché allí la flor co o podía haber echado cualquiera otra cosa.
–Es Vd. una mujer terrible, dijo Rizal. ¡Parece mentira! Es atroz, con esa cara tan dulce, se complace Vd. en mortificar; después que esta noche me ha hecho sufrir tanto no hace Vd. más que reirse.–
–Quiero reir ahora por si acaso pronto tenga que llorar.
–Yo me alegraría.
–Gracias, dije yo Rizal. No sabía él que mis lágrimas estaban prontas a saltar. No recuerdo qué me dijo Rizal, que Lete me dijo:–No va a hacer que riña con mi amigo.
–Yo, ¿por qué?
–Porque sí.
–No llegará la sangre al río.
–¡Quien sabe, y tal vez sea la primera la de Vd.!
–¡Por Dios, no me asuste Vd. que me dá miedo!
–Estan bueno Lete–añadió Rizal–interrumpiendo la conversación,–que una noche le dí un gran susto solo en una casa, salió tan enfadado que le ví llorar y sin embargo al otro día, hicimos las paces.–
–¿Tu me has visto llorar? ¿Donde? ¿Aquí? ¿En casa? objetó Lete agradecido a aquel afectuoso elogio. El otro no contestó y yo me he quedado con gran curiosidad. ¿Habrán tenido algún disgusto entre ellos? . . .
(Dialogue between Consuelo and Lete about their engagement)
At this point I opened my handbag and I saw the flower Rizal had given me last Sunday and without caring a whit, showed it to him. Everybody knew it and Rizal, however much he tried to dissimulate, was very happy. Afterwards I was sorry but there was no remedy. Lete then said to me: “You’ve kept the flower.”
“Yes; I was removing things; my handbag was open and I dropped the flower into it just as I would have done with any other thing.”
“You’re a terrible woman,” Rizal said. “It seems unbelievable! It’s atrocious, with that sweet face you take delight in mortifying; since this night you have made me suffer so much and you do nothing but laugh.”
“I want to laugh now if by chance I may have to cry later.”
“I would be glad.”
“Thanks,” I said to Rizal. He didn’t know that I was at the point of crying. I don’t remember what Rizal said that Lete said to me: ‘You’ll not make me quarrel with my friend.’”
“I? Why?”
“Because it’s so.”
“It will not be serious.”
“Who knows, perhaps you will be the first cause.”
“For God’s sake, don’t frighten me for I’m afraid!”
“Lete is so good,” added Rizal, interrupting the conversation. “One night I gave him such great fright when he was alone at one house that he left so angry that I saw him cry. Nevertheless, the other day, we made up.”
“You have seen me cry? Where? Here in the house?” Lete objected, grateful for that affectionate praise. The other didn’t reply and I became very curious. Have they had some displeasure between them?