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Martes, 4 de Agosto de 1896

MARTES — ILOILO

La entrada de Iloilo es hermosa. De lejos se ve como entrando en el agua la ciudad blanca, la ninfa de hierro galvanizado, creación moderna, poética a pesar de su uniforme coraza. Vinios varias embarcaciones con pabellones extranjeros. Un práctico vino a nuestro encuentro; fondeamos y amarramos junto al Cañonero Gral. Lezo, frente a la casa consignataria. El Gral. Lezo, venía de Iligan y por unos desperfectos tuvo que detenerse en Iloilo.

Nosotros mandamos buscar quiles o coche para bajar y corrio no encontramos bajamos y caminamos a pie. Al pasar por una botica el dueño de ella Sr. D. L. tuvo la valentía de reconocerme e invitarme a entrar en su establecimiento. Él mandó buscar un vehículo para nosotros, pues no he querido aceptar el suyo.

En este vehículo o quiles tirado por un caballo nos llevó por la Escolta donde compramos una gorra de viaje; no hemos encontrado medias para niños.

Me gustó el movimiento de la Escolta. Nos dirijimos a Molo para ver la Iglesia pintada por un chico que no había salido de la localidad. El palacio del gobernador se encuentra al final de la Escolta, en el camino de Molo.

Me ha extrañado. ver todos los carros tirados por bueyes y hasta calesas tiradas por ídem. De Iloilo a Molo se emplea ½ hora. Llegamos a Molo. La Iglesia tiene bonita vista por fuera, y el interior no es malo para estar pintado por un chico. Las pinturas son copias en su mayor parte de pasajes bíblicos de Gustavo Doré. Frente a la iglesia hay una casa bonita y grande, la de los Lacson. Volvimos al barco a tiempo. Se embarcaron para Manila muchos pasajeros, unos 25, entre actores, un ayudante del Gral. que venía de Iligan con papeles y despachos importantes, y un farmacéutico. Salimos de Iloílo a las 12 o la 1 p. m.